martes, 5 de julio de 2011

Tim Roth o el señor naranja


Anoche, en 13TV pusieron una de Tornatore. Me parece extraño que no la conociera siendo de 1998 ya que por aquel año no se me pasaba ninguna. Siempre que estés dispuesto a que Tornatore te engañe con sus trucos, ríes y lloras en menos de diez minutos. Eso es lo que pasa con “Cinema paradiso”. Echa mano de un recurso infalible: la nostalgia. Un recurso que sólo él sabe llevar a la práctica; en eso no hay quien le gane, sobre todo si trata de recuperar el mundo lejano de la infancia y la adolescencia (en eso le sigue de cerca Antonio Mercero; véase “La guerra de papá” o “Verano azul”). Nostalgia, infancia y cine: no puede fallar.
En “La leyenda del pianista en el océano” quiere hacer lo mismo que en “Cinema paradiso”. Mejor dicho, QUIERO que haga lo mismo pero no llega. No sé si es por lo inverosímil de la historia o porque los actores no dan la talla en sus actuaciones. Tim Roth no me convence como pianista. Yo sólo lo veo como un “Reservoig dogs”: se le ha quedado cara de “señor naranja”. La película tiene algunas escenas bastante brillantes. El duelo de pianistas es muy emocionante. Cuando el rey del Jazz entra en la sala de fiestas del barco se hace el mismo silencio que en el “saloon” del lejano oeste cuando entra el villano. No menos espectacular es el silencio que se produce cuando “Novecento” hace gala de su virtuosismo: nos deja a todos helados. Por supuesto, otra de las escenas entrañables de la película ocurre durante la grabación de una de las piezas musicales de “Novecento” que iba componiendo ad hoc mientras otra de las chicas guapas de Tornatore posa delante de una pequeña ventana circular. Ahora la cámara del adolescente Salvatore de “Cinema paradiso” se ha convertido en una ventana a través de la que Novecento conoce el amor.
Poco que decir de la música de Morricone. Al piano resulta deliciosa.

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