miércoles, 15 de junio de 2011

Santo Tomás

Ayer, a las 12:40, como todos los martes, recibo en una clase pequeñísima a los alumnos de 1º ESO. Los últimos nacidos en el siglo XX. Vienen de hacer algo de deporte. Cincuenta y cinco minutos corriendo y saltando por la pista deportiva recibiendo los calores del sol de junio. La mayoría entra en estampida abriendo las ventanas, tratando de captar el poco fresco que atraviesa la sala. Sudorosos, alterados, felices, despreocupados. Uno de los alumnos,J.F., el típico al que le cuesta caminar sin que un pie le pida permiso al otro, me pide salir al baño y llenar un botellín de agua. Como tampoco era plan de acribillarlos con la lección de turno mientras no estuviesen más relajados, le pregunté a J.F. que cuáles eran los desencadenantes espacio-temporales que habían hecho que me pidiera ir al baño para llenar el botellín. Me contesta que había tenido clase de educación física la hora anterior, estaba cansado y tenía sed. Le vuelvo a preguntar: "¿Por qué has tenido clase de educación física?". Y me responde: "Porque el profesor de educación física tiene un horario que cumplir, y precisamente antes que la tuya va la suya". Y vuelvo a preguntarle: "¿Y por qué tiene ese horario?". Y dice: "Porque los jefes de estudios le han diseñado ese horario". Y le digo: "¿Y por qué los jefes de estudios han hecho eso?". Y me dice: "Porque la Consejería de Murcia así lo establece". Insisto: "¿Y por qué lo establece así la Consejería?". Y me responde: "Porque el Ministro de Educación diseña las leyes educativas". Y le digo: "¿Y por qué hace eso el ministro?" Y me dice: "Porque Zapatero lo puso ahí y lo tiene que hacer". Y le vuelvo a preguntar: "¿Y eso, por qué?". Y acaba diciendo: "No sé...no sé...como no esté Dios detrás de todo esto..."

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